La guayaba es una de esas plantas que parecen haber nacido para dar. Su fruto dulce y fragante, sus hojas firmes y aromáticas, su corteza suave y su espíritu resiliente la convierten en una medicina completa, profundamente conectada con el bienestar del cuerpo y la alegría del alma.
Las hojas de guayaba han sido utilizadas tradicionalmente como un potente antiviral y antiparasitario. Preparadas en infusión, ayudan a combatir infecciones, limpiar el sistema digestivo y fortalecer el cuerpo ante enfermedades intestinales. Son conocidas por su capacidad de regular el sistema gastrointestinal, aliviar la diarrea, reducir la inflamación del colon y calmar dolores estomacales, especialmente cuando hay desequilibrio por alimentos o infecciones.
Además, las hojas tienen una acción importante sobre el sistema inmune, ayudando a fortalecer las defensas naturales del cuerpo, y también actúan como astringente, útil para controlar sangrados leves o infecciones bucales al hacer gárgaras con su infusión. Algunos baños con hojas de guayaba también se utilizan para limpiar la piel, aliviar infecciones y como apoyo en tratamientos ginecológicos caseros.
La fruta de guayaba, por su parte, es una verdadera joya nutricional. Rica en vitamina C, es una de las frutas más potentes para reforzar las defensas y prevenir resfriados. También contiene fibra natural, lo que apoya la digestión y regula el tránsito intestinal, además de ser una fuente de antioxidantes que ayudan a combatir el envejecimiento celular. Su dulzura natural es también un regalo para el ánimo: comer guayaba es una experiencia que alimenta no solo el cuerpo, sino también el corazón.
Así, la guayaba nos enseña la generosidad silenciosa de la tierra. Una planta que da sin límites, que cura con suavidad y que recuerda que la salud muchas veces está justo ahí, al alcance de la mano.

Dosificación

🟡 En té se recomienda 2-4 hojas en infusión, 3 veces al día por 5 días a 10 días.