La enredadera

AlekSandra
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La enredadera había pasado toda su vida trepando por el muro de ladrillos, sin mirar nunca hacia el otro lado. Creía que su único propósito era alcanzar la cima, compitiendo con las otras enredaderas para ver quién llegaba más alto. Un día, una tormenta derribó parte del muro, revelando un jardín secreto, lleno de flores exóticas y un estanque sereno. Por primera vez, la enredadera vio un mundo más allá de la monotonía de su escalada. Con curiosidad, desvió su camino y extendió sus zarcillos hacia el jardín, descubriendo la belleza de la diversidad y la alegría de crecer en armonía, en lugar de en competencia.