La pequeña semilla
La pequeña semilla, ignorada por todos, pronto se convertiría en el ser más alto del bosque. Los otros árboles, con sus troncos gruesos y ramas imponentes, se burlaban de su insignificancia. Un día, una ráfaga de viento la separó de su hogar y la arrastró hasta un claro. Allí, en un suelo fértil y regado por las lluvias, la pequeña semilla se aferró a la vida. Con cada rayo de sol y cada gota de agua, la semilla creció, desafiando a la gravedad.
A medida que sus raíces se hundían en la tierra, sus tallos se extendían hacia el cielo. Las hojas se volvieron más grandes, los brotes se convirtieron en ramas y el delgado tallo se transformó en un tronco fuerte. En un parpadeo de tiempo, la que una vez fue una semilla diminuta, se erigió sobre los demás, observando cómo los árboles que antes la despreciaban ahora se postraban bajo su sombra. El tiempo, la paciencia y la perseverancia la habían convertido en la guardiana silenciosa del bosque.